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El tiempo es oro

Hola! ¿Cómo estás? Soy Yamila, creadora de TASCHE.

Vengo a contarte un poco sobre mí y el por qué detrás de la marca, ya que primero existió una gran necesidad que tuve que pensar cómo resolver: la optimización del tiempo.
Te invito a que conozcas cómo se gestó TASCHE y cuáles eran mis inquietudes.

Siempre me caractericé por ser una persona muy distraída. Todas las personas que me conocen saben de mis olvidos. El abanico de despistes era muy amplio, descuidos como dejar afuera el cesto junto con la basura para su recolección, olvidarme en la mesa miles de cosas para llevarme cuando salía o lo más insólito hasta ahora: poner la pava eléctrica en la hornalla (el desastre que pudo haber sido mi casa, lo dejo en tu imaginación).  

  
Esto vivió conmigo desde mi adolescencia. En la secundaria, llegar a la escuela sin acordarme que había prueba, volver a mi casa sin la bicicleta porque la olvidé atada en la entrada o dejar mi celular en un banco de plaza eran moneda corriente para mí.

Al principio lo veía como algo gracioso, respetando mi forma de ser y aceptándome tal cual era, pero a medida que fui creciendo esta “condición” empezó a molestarme cada vez más.

A pesar de que hay estudios científicos que dicen que las personas distraídas son más inteligentes, yo no me sentía cómoda y cualquier explicación verídica ya no me conformaba.  Empecé a darme cuenta que perdía mucho tiempo de mi vida intentando resolver situaciones puntuales: buscando cosas que perdí, viajando para recuperar ropa que dejé en otros lados o volviendo a visitar locales porque no me llevé todas mis pertenencias.  

Todo eso ya me fastidiaba demasiado y renegaba de mí día a día.
Hoy viendo el tema de lejos y con cierta perspectiva, creo que todo se relaciona con el tiempo libre de las personas según la etapa que estén atravesando.
De adolescente no me inquietaba invertir tiempo en resolver este tipo de situaciones porque disponía de horas libres que me permitían destinar ratos extensos a encontrar aquello que perdí y quizás estaba dentro de la heladera. Mi tiempo era infinito, y me aprovechaba de eso.

Ya adulta, con miles de responsabilidades que cumplir, la percepción del tiempo cambió. Cada minuto vale oro y ya no me causa gracia destinar horas buscando objetos, porque hoy mi tiempo sí es finito.

Mi desarrollo profesional se fue gestando en empresas multinacionales a lo largo de casi 10 años. Mi mirada, mis ganas y mi deseo de crecimiento siempre estaban por fuera, ansiando tener un proyecto personal.
En algún momento esta idea cobró fuerza y varios años atrás comencé un emprendimiento de zapatos de diseño paralelamente a mi trabajo bajo dependencia.
Con total honestidad, no supe, no logré o no me permití desarrollarlo y hacerlo crecer.
Tal vez fue miedo al cambio, a salir de la zona de confort arriesgando “esa” vida profesional que algunas empresas te dan, con los beneficios y privilegios de contar con un sueldo fijo y tener una economía estable. Si te pasó me vas a entender…

Por allá en el 2015 fuí mamá, hito en el cual mi vida cambió por completo, y sin ahondar demasiado en las revoluciones que puede generar este evento, mi problema de pérdida de tiempo ya no solo era la pérdida de objetos sino además un anhelo de poder manejar y administrar mi tiempo a mis necesidades, no a las necesidades de una empresa.


En este contexto, mis problemas eran muy concretos: poder manejar y administrar mi tiempo para mis necesidades y hacer una actividades que me apasiona y me motive más que mi trabajo actual.

En el 2017, trabajando en una empresa grande y ya siendo madre de un niño de 2 años, estaba afuera de mi casa unas 10 horas por día.
Cualquier evento que me hiciera perder 20 minutos extra de mi día laboral, era totalmente catastrófico para mí. Por qué? Porque era el tiempo que yo le podía dedicar a mi hijo y para mi valía oro.
Ahí entendí que mi tiempo era un recurso limitado y escaso, pero deseado, valorado y de gran importancia..

Inconscientemente empecé a organizarme (mi rama de ingeniera aplicándola al problema).


Estar 10 horas afuera de mi casa implicaba moverse con varias cosas en la cartera: cargador del celular, lentes, lágrimas para los ojos, auriculares, llaves de la casa, llaves del auto, anotador, etc.

Mi cartera, como la de muchas personas, era un lío. Encontrar lo que necesitaba en el momento, una odisea que otra vez me hacía perder tiempo.

Un día mi jefe me regala una mochila llena de bolsillos, uno para cada objeto. Tenía espacio por todos lados y un compartimento para guardar la notebook con su respectiva protección para el traslado. Todo tenía su lugar particular, y eso era lo que yo necesitaba: guardar de forma automática cada objeto en el bolsillo adecuado y así fue.

No sé cómo trabaja la mente de una persona distraída, pero claramente yo la reprogramé de manera neurolingüística. Los objetos no se perdían, estaban siempre ahí donde tenían que estar. Sólo un tema me hacía ruido: la estética de la mochila.

Ya no iba a trabajar con ropa ni botines de seguridad, sino más elegante para realizar trabajo de oficina, algo que no había podido hacer durante 8 años desempeñándome en planta. Ahí me pregunté: ¿Habrá mochilas de cuero elegantes y funcionales?
Buscando e indagando sobre estos productos, me di cuenta que no estaban desarrollados 100% en este país, abriéndome la puerta a un gran desafío por venir: la creación de TASCHE.

Así nació la marca y así comenzó mi camino como emprendedora y trabajadora independiente.Ya no tengo miedo al cambio, ya salí de mi zona de confort, ya me arriesgué.

Y te cuento lo más importante de todo? Hoy en día, mi trabajo diario me apasiona y lo disfruto muchísimo, pudiendo además manejar mis horarios para estar con mis hijos, acompañarlos en su crecimiento y compartir su desarrollo. Era cuestión de tener todo en su lugar nomás, no?

Muchas gracias por leerme!
Yami

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